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Al principio de empezar por esta andadura, todo era nuevo para mí, ya que nunca había trabajado en el sector de la hostelería, Hasta que un buen día se me abrieron las puertas y tuve que amoldarme a algo nuevo y diferente como lo es, esas horas pico cuando de repente el restaurante está a tope de gente y la pica empieza a llenarse hasta arriba de platos, ollas, y demás. 

Te vuelves un poco majareta si no te has mentalizado, pero en ese momento es cuando aprendes a gestionar tus emociones, como los nervios que siempre estarán a flor de piel para jugártela. Tu único objetivo es el de sacar el servicio adelante, ya que cada minuto cuenta, el personal de cocina confía en ti y se pone en juego todo tu potencial para lavar desde una olla 4x4 hasta cualquier minucia.

Es un trabajo tan pesado que requiere de mucha fuerza y valentía para afrontar todo lo que se viene después, sobre todo porque en cocina todo lo que entra debe de salir a la mayor brevedad posible.

Los primeros días sentí que el mundo me tragaba por la cantidad de faena que había en los servicios, aún así pude llegar a cargar racks repletos de copas hasta formar un perrito. Después del ajetreo, tenía que lavar los trastes de cocina que se almacenaban en un burrito... 

Sí, en el office hay mucha jerga y todo en diminutivo.

Sin embargo, no me quedé de brazos cruzados y me lancé a la aventura, aunque me di unos cuantos porrazos porque quería hacerlo bien, lo logré... Prueba superada!...

Fue un gran año y no me lo quita nadie, me llevo lo aprendido, crecí laboralmente hablando y me vi con la capacidad para llegar a enfrentar este reto, el de ser una pica.